Es posible que, en todo tu entorno, haya cada vez más emprendedores. Personas que decidieron comenzar a vender sus productos, comprar y vender artículos usados, hacer comida y venderla entre sus personas conocidas, entre tantas otras cosas. La vocación de emprender está en cada uno de nosotros, y en nuestras economías; emprender se está haciendo una necesidad para poder alcanzar mejores ingresos.
Ahora bien, entre tanta oferta, ¿para qué emprender? Muchos piensan que las posibilidades de éxito son reducidas, que la competencia es desmedida y que no tiene sentido. Sin embargo, el éxito también reúne a estos componentes, incluyendo el miedo al fracaso.
¿Y si no sale bien?
Hay que ser honestos: la mayoría de los emprendimientos no terminan siendo empresas multimillonarias y referencias en el mercado. Pero, aunque fracasen, los emprendimientos pueden verse como el primer paso hacia donde se puede avanzar. Por ejemplo: si tienes un emprendimiento y, con el tiempo, ves que las finanzas no te acompañan del todo, puedes considerar otro emprendimiento, cambiar de ramo o invertir las ganancias que has conseguido.
El riesgo de fracasar siempre estará, pero al mismo tiempo, también hay que ser precavidos y saber parar a tiempo. Los emprendimientos son estrategias y, por eso, hay que plantearlas bien desde el comienzo.
Definir a qué aspiras
Si te has preguntado si debes comenzar un emprendimiento, seguramente, aunque no lo hayas internalizado, te viene la idea de por qué quieres hacerlo. En este caso, siempre debes definir con anticipación qué es lo que aspirarías a lograr de tener éxito en un emprendimiento. ¿Quieres convertirte en una referencia en el mercado? ¿Quieres usar a tu emprendimiento como palanca para proyectos futuros? ¿O simplemente quieres un ingreso extra?
De tus aspiraciones dependerán el rumbo que le traces a tu proyecto, porque siempre debes tener claro hacia dónde lo quieres dirigir, sin que esto implique que sea un camino cerrado o único.
Haz tu análisis y decide
Comenzar un emprendimiento no debería ser una decisión temperamental, basada solamente en un arranque puntual. Muy por el contrario, debe ser una decisión sosegada, y que provenga de un análisis en el que calcules bien los riesgos personales, familiares y económicos, y a partir de ahí, decidas si merece la pena.
Además, en tu análisis debes considerar que somos humanos, que equivocarse es una posibilidad y que, a pesar de todo el esfuerzo, es posible que el negocio no vaya según lo esperado. Estos son los momentos claves para los que debes prepararte y saber que no hay que desfallecer, sino que debe existir la posibilidad de avanzar, reconvertirse y poder salir adelante de cualquier manera.
Los emprendimientos no son para todos, pero si tú tienes la convicción de que son para ti, el esfuerzo bien valdrá la pena. Todo es cuestión de preparación y precaución.